Estilo de Vida Vino

VINO, ALCOHOL Y DROGAS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

puesto ambulante

Puesto de moro vendiendo vinos, aguardiente y tabaco. Frente de Aragón, sector Teruel, 24 de febrero de 1938.

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 El alcohol y las drogas tienen una estrecha y extensa relación, en especial por parte de los combatientes. Muchos fueron los ejércitos que prescribían alcohol y drogas a los militares para “mejorar” su rendimiento en la contienda y en el campo de batalla, algo usual en contextos de guerra. A la vez, los propios, combatientes consumían drogas y alcohol por su propia cuenta, con y sin consentimiento de los mandos militares.

 El alcohol en pequeñas cantidades, la cocaína, las anfetaminas eran de gran ayuda para mitigar la sensación de sueño, eliminar la fatiga y reforzar el “coraje” por llamarle de algún modo. Por contra, los depresores del sistema nervioso tales como el alcohol en grandes cantidades, el opio, la morfina y la marihuana se utilizaban para reducir el estrés y aliviar los traumas y el estrés de la guerra.

Ejemplos de ello son la Guerra Civil Americana entre 1861 y 1865, la Guerra Austro-Prusiana en 1866, la Guerra Hispano-Estadounidense en 1898, en las que se utilizó profusamente el opio, la morfina con uso terapéutico y para tratar el dolor físico y moral de la soldada.

Drogas en las conflagraciones mundiales

 El mayor consumo de drogas tuvo lugar durante la Primera Guerra Mundial, el alcohol, la cocaína y la morfina son los protagonistas centrales por su alto consumo. Las raciones diarias de alcohol, eran moneda corriente en los ejércitos británico, australiano, francés y alemán, así, la cocaína era utilizada para aumentar la energía y el llamado “espíritu de combate”.

Durante la Segunda Guerra Mundial se consumen altas tasas de alcohol, cocaína y morfina por parte de las tropas, cogiendo carrerilla las anfetaminas y las metanfetaminas.

El caudillo y el hachís

 La Guerra Civil Española tiene lugar entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, durante su curso se distribuyó en los dos ejércitos grandes cantidades de tabaco y alcohol, y en el franquista el “kif” (hachís), que era consumido por los soldados marroquíes alistados en los Regulares.

 Los grupos de Regulares pertenecen a las fuerzas militares españolas creadas en 1911, en África con españoles y con personal indígena, cuya organización es: un Tabor (nombre que recibe un batallón en Regulares) de infantería de cuatro compañías más un escuadrón de caballería, que se ampliaron al año siguiente en 1912 a dos Tabores de Infantería más un Tabor de Caballería.

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 En ninguno de los dos ejércitos (Republicano y rebelde) se administró morfina, anfetamina o cocaína de forma usual entre los soldados para asegurar su cometido en combate.

Las razones claves fueron tres:

  1. Asumieron el discurso moral de las nuevas masculinidades, en contra del consumo de drogas, práctica asociada a la homosexualidad, prostitución, afeminamiento y a la  bohemia en general.
  2. La anquilosis del ejército español frente a las nuevas tendencias en la guerra moderna (uso de las drogas).
  3. La carencia en España de una industria farmaceútica potente como en Alemania, Japón, Estados Unidos o Reino Unido, donde las drogas jugaron un papel protagónico en las dos grandes guerras. Lo cual hubiera sido un gasto que la escasez no podía proveer en España.

A pesar de todo ello en ambos ejércitos se consumían morfina, cocaína y alcohol por autoprescripción.

el madrid republicano

El Madrid republicano.

El caso de Juan Alonso

Honesto y valiente testimonio del papel de las drogas en la España contemporánea.

Durante la Guerra Civil Española se convirtió en morfinómano. Al comenzar la Guerra se presentó voluntario en las milicias republicanas y durante el resto de la guerra sirvió como Médico en el Ejército Republicano. Tras la depuración franquista se hace adicto a las anfetaminas y al alcohol.

La neurosis de guerra

 Las heridas que padece el soldado no solo son físicas. Más allá de los destrozos provocados por las balas y la metralla, el día a día en el frente es particularmente duro para cualquier combatiente y en especial, en un conflicto como fue la Guerra Civil Española. La exigencia física y mental de los combates termina por exprimir al máximo a cualquier ser humano. El frío, la lluvia, el barro, el estruendo de la artillería y el constante miedo a morir terminan por mermar la resistencia mental del soldado.

La neurosis de guerra es una psicopatología que comenzó a estudiarse en la Primera Guerra Mundial. Los soldados regresaban de las trincheras de Europa con claros síntomas de esta patología. La guerra les obligaba a tomar decisiones duras, debían enfrentarse a sus valores morales para sobrevivir y tomar la decisión de matar siempre conllevaba un gran peso moral. Las condiciones del campo de batalla estaban marcadas por la humedad, el frío y las privaciones. Si a todo ello se le añadía el poder destructivo del fuego de artillería, el resultado sobre la moral del soldado era devastador. Vivir en un permanente estado de tensión y enfrentarse de manera cotidiana a situaciones extremas terminaba por hacer mella en la moral de la tropa.

Gran Guerra. Frente austríaco

Image from The Great War taken in an Australian Advanced Dressing Station near Ypres in 1917

La neurosis de guerra (en alemán, Kriegs neurose; en inglés, war neurosis o shell shock,​ en francés, obusite o névrose de guerre)​ es un término acuñado en la Primera Guerra Mundial utilizado para describir el trastorno por estrés postraumático que afectó a muchos soldados durante la guerra, antes de que se descubriera dicha patología. Se trata de una reacción ante la intensidad de los bombardeos y la lucha que produce una impotencia que se traduce en pánico, estar asustado, sentir deseos de huir o en una falta de capacidad para razonar, dormir, caminar o hablar.

Durante la guerra, el concepto de «neurosis de guerra» no estuvo bien definido. Ciertos casos fueron interpretados como heridas físicas o psicológicas o simplemente como falta de coraje. El Departamento de veteranos de los Estados Unidos aún emplea el término para describir algunas instancias del trastorno por estrés postraumático, pero en general forma parte de la imaginación y la memoria popular; frecuentemente se lo considera la herida característica de la guerra. Durante la Segunda Guerra Mundial y más adelante, el diagnóstico de «neurosis de guerra» se vio reemplazado por el concepto de fatiga de combate, una respuesta similar pero no idéntica al trauma de la guerra y los bombardeos.​

El asalta parapetos

Recuerdo a mi padre contarme sus historias de la Guerra, con ese anecdotario, tan propio de aquella terrible etapa. En la toma del Cabezo (frente de Teruel) la compañía La Calavera, a cuyo frente se hallaba el capitán Oliete y Navarro y posteriormente el también capitán Francisco Díez Ticio, conquistó nuevamente el Cabezo, con la ayuda de algunos palmeros de aguardiente y alguna que otra porción de chocolate. Allí ganó una de sus medallas, la cruz al mérito militar con distintivo blanco, el bueno de mi padre…

Parecía una verdad incontrovertible que el alcohol era una fábrica de valientes. Los veteranos de la Guerra Civil y más atrás los de los de África hablaban del coñac asalta parapetos, suministrado a las unidades que debían entrar en línea de fuego.

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La guerra, en su sentido estrictamente técnico, es aquel conflicto social en el que dos o más grupos humanos relativamente masivos —principalmente tribus, sociedades o naciones— se enfrentan de manera violenta, preferiblemente, mediante el uso de armas de toda índole, a menudo con resultado de muerte —individual o colectiva— y daños materiales de una entidad considerable.

La guerra es la forma de conflicto socio-político más grave entre dos o más grupos humanos. Se da en sociedades tribales y en sociedades “civilizadas”, pero es más grave entre estas últimas porque son más complejas, masificadas y tecnificadas. Es quizás la más antigua de las relaciones internacionales y ya en el comienzo de las civilizaciones se constata el enfrentamiento organizado de grupos humanos armados con el propósito de controlar recursos naturales o humanos (conflictos entre cazadores nómadas y recolectores sedentarios que sí desarrollaron el concepto de «propiedad»),​ exigir un desarme o imponer algún tipo de tributo, ideología o religión, sometiendo, despojando y, en su caso, destruyendo al enemigo, en lo que se podía llegar y se llegó frecuentemente, al genocidio. Es más, este tipo de conducta gregaria es extensible a la mayor parte de los homínidos y se encuentra estrechamente relacionado con el concepto etológico de territorialidad.

Siendo importante la gravedad de las guerras no lo es menos el de sus secuelas.

¿Cuál es la mano que mece la cuna?

¿Cómo es la otra cara de la luna?

Veamos…

Las empresas en el mundo de la economía y del capital se adaptan a la realidad del momento. Si hay monarquía, pues monarquía, si cae el rey, pues república y si no, dictadura. Sin duda, puro marketing orientado al momento político, la publicidad de la posguerra.

¡Arriba España! profería más de una empresa vitivinícola, bien por simpatía o por oportunismo político-comercial para participar de las prebendas y del reparto económico.

“Calzados La Imperial saludaba a sus clientes de toda España con los gritos de rigor: Franco, Franco, ¡Arriba España! y también el vino Quinado, la compañía General de Seguros Hispania o las cervecerías  Alaska y Alemana gritaban ¡Arriba España! y la casa Lhardy que el año de la Victoria celebra su primer centenario saluda a su distinguida clientela al iniciar sus operaciones después de la Gran Victoria”.

Pedro Montoliu. Periodista 1939.

Exaltación tan desmedida que el 8 de julio el propio Jefe del Movimiento Nacional en Madrid afirma que “no es elegante utilizar como reclamo mercantil las figuras gloriosas del Movimiento Nacional”.

Abundan los lemas políticos en los productos durante la guerra, por ejemplo el coñac Requeté y el oloroso Falange Española. Pero también antes de la conflagración en la región de Jerez se sintieron desde la proclamación de la República, en que algunos bodegueros cambiaron la bandera de la etiqueta eliminando coronas reales y menciones monárquicas.

La adhesión comportaba pingües beneficios a empresas tales como González Byass y Pedro Domecq a los que se sumaba la eliminación de los derechos laborales de sus obreros.

“El Tío Pepe”, (el taio pipi de los guiris) fue el vino de los soldados de España en un anuncio en que el diseño de su botella, el vino fino va marcando  el camino para llegar hasta Azaña (Arqueología de la Guerra Civil Española):

cartel de la guerra civil española

Hablando de un poco antes … y del después

Los años veinte del pasado siglo, hacia 1920 para entendernos fueron excelentes para Bodegas Franco Españolas y para el Rioja en general, dado que Alfonso XIII visitó las bodegas en 1925 y Primo de Rivera concedió a Rioja el primer Consejo Regulador de España.

Los graves problemas económicos por los que atravesó la II República repercutieron en el mundo del vino y la Guerra Civil llevó a la ruina a muchas bodegas. Las bodegas Franco Españolas pasó serias dificultades aún a pesar de ser pionera en exportar vino a los Estados Unidos de América, al finalizar la Ley Seca. La posguerra fue una época de franca decadencia en la que la bodega fue dando entrada a un accionariado de pequeños capitalistas, en los años 60 resurge La Rioja pero pese a ello se pone a la venta y es adquirida por el grupo RUMASA de Ruiz Mateos, es intervenida por el Gobierno, llega la familia Eguizábal y el esplendor de la misma, cerrando un ciclo de 125 años desde que fueron fundadas por Fréderic Anglade y Alejo Lépine en pleno desarrollo modernizador de Logroño (el puente de hierro, la Tabacalera, la fábrica de conservas Trevijano (la mayor de España en aquel entonces), el Instituto de Enseñanza Media y la Beneficencia. El conde de Romanones fue uno de los miembros de su consejo de administración, totalmente español.

MUSICANDO

https://www.rtve.es / alacarta / audios / cuando los elefantes sueñan con la música / cuando los elefantes sueñan con la música, dulce herencia (22-07-20)

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