Con más de 3000 años de historia, Málaga es uno de los destinos culturales y humanos con más proyección internacional, cuna de artistas como Picasso, ha sabido poner en valor todo su potencial para ofrecer experiencias y vivencias inolvidables en todos los sentidos.
Con motivo de una reciente y fugaz visita motivada por la asistencia a la boda de un sobrino os invitamos desde decataencata.com a acompañarnos a este paseo sin plan prefijado, como define nuestra RAE* a este modo coloquial, un tanto cañí, llamado garbeo, que tuvo lugar a finales de este octubre glorioso, a pesar de todo…
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Deseando que os guste, mientras preparamos el próximo artículo: Málaga en 8 horas, un salpicón de gastronomía, arte y cultura andante.
Recordando aquello de que una imagen vale más que mil palabras, os invitamos a degustar el paseo que partiendo del NH Málaga en el que habitamos durante los tres días de estancia en estas benditas tierras fenicias, un paseíllo en solitario, como dicta la torería, mientras acicalaban a la Chari en el hotel.
El paseíllo*
Málaga respira mar, nada más salir del NH, son las ocho de la mañana, atravieso el puente de la Esperanza, enfilo hacia Atarazanas, en donde me recibe amablemente el Mercado de su mismo nombre, moro y hermoso, con aire mediterráneo, pórtico estilo zoco y techumbre de teja árabe, que da paso a un espacio variopinto iluminado por la la luz del cielo que proviene de su lucernario y de las múltiples luces de los diversos puestos a cual más atractivo por sus colores y gracejos de sus humanos, que más que vender, regalan placer de vivir.
El paseíllo es un término taurino que se refiere al paseo que dan por el ruedo las cuadrillas de toreros al presentarse ante el público.
En este solo se conjugó el andar y el dejarse llevar, a sabiendas de donde se partía y a qué puerto llegar, con el sonsonete de la ciudad y el mar, que si bien no aparece en este corto, si estaba y se notaba…
Ved lo que ofrecen, busanos frescos a 2 euritos el kilo, mejillón baby fresquito a 7 euros, almejas frescas sin arena, y pienso yo, ¿a cómo saldrán con arena?
En un puesto adyacente, llaman mi atención unos cangrejos azules que no paran de bailar con una danza fresca y alegre recién llegados de la vecina Cádiz, a 14 euros, si los quieres para ti, con el precio al revés.
Un secretillo
No pude resistir la tentación de tomar un chocolate con churros en Casa Aranda, muy cerquita, en el entorno Thyssen.
Churros calentitos, crujientes, sabrosos, cuasi porras madrileñas, a pesar de haber desayunado magníficamente en el NH.
En la calle Herrería, esquina Alhóndiga, desde 1932, lleno en Navidad, Semana Santa y la Feria de agosto.
Para el aperitivo nada mejor que unas olivas, verdes, rojas, con aliño, sin aliño, que no desaliñadas, guardando el secreto, siempre los secretos, de esta tierra de celosías, embrujo y hechizos miles.
Para el postre, postrero, de esta fugaz visita unas pitayas, con cucharilla de madera para tomar por la calle con su envoltorio ecológico de color carmín. Salimos por el “exit”, de cristalera con panorámica de la ciudad malacitana. Otro día os cuento algún secretillo más.
Sigo por la calle Martínez que me lleva a la embocadura de la calle Marqués de Larios, de ahí a la Plaza de la Marina a un pasito, avistando la Alameda Principal, sin nadie a esas horas, de ahí a la Plaza de la Marina, en donde rindo honores a la estatua del Cenachero, recordando la primera vez que oí de labios de mi padre, la palabra cenacho, con ese recuerdo, salto de inmediato al Paseo de España, con su verdor y trinos, observando desde él el Palmeral de las Sorpresas y el Muelle 1 del puerto con su faro al final.
Ni siquiera puedo acercarme al Soho, mal que me pese, el barrio de las Artes, a través de la Avenida de Agustín Heredia, que tanto visitamos cuando andamos por Torremolinos.
Doy la vuelta, me topo con las calesas a la espera de clientes…
Para descubrir las sorpresas hay que venir.
Estatua de Hans Christian Andersen*. Un cuenta cuentos maravilloso. Sentado en la cortina del muelle, antes de tomar rumbo a la catedral manquita ó Catedral de Málaga – Wikipedia, la enciclopedia libre
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y enfilo hacia la Manquita (la catedral inacabada) recorriendo la cortina del muelle, Molina Lario, Litoral, el Pórtico de los Abades, atravieso la Plaza del Obispo, siguiendo Molina Lario, Plaza del Siglo, Plaza del Carbón, retorno a la calle Granada, llego a la Plaza de Jesús Castellanos y tras atravesar sigo nuevamente por la calle Granada hasta toparme con el Pimpi y con la Iglesia de Santiago, en la que en su día cristianizaron a nuestro insigne Pablo Ruíz Picasso.
Enfrente, mi querida tienda Zoilo, de ultramarinos, esa nao que surca los mares de sabores y delicias malagueñas, pura dulzura y elegancia.
En ella recaló este aspirante a vividor, en su más amplia expresión, para comprar algún que otro salchichón, borrachuelos y tortas de Málaga, para llevar a los que quedaron en el Atlántico.
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Tras los saludos, el hasta pronto, por que nunca se sabe, desando el camino hasta llegar a la calle Marqués de Larios, Martínez, Puerta del Mar, Atarazanas, atravieso el Puente de la Esperanza y arribar al NH en donde nos acabamos de arreglar para acudir a la Iglesia de San Juan Bautista en donde tuvo lugar el casorio.
Y, más nada, como dicen por aquí.
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