Segundo vino es un concepto galo propio del mundo de los grandes vinos de Burdeos, como ellos dicen, hay primeros… y segundos vinos.
Que se quiere expresar con «segundo vino».
Cuando van a comprar vinos, a la vez que compran una gran marca también adquieren una botella de otra gran marca pero a un precio más razonable, al que suelen denominar segundo vino. Un concepto centenario, típicamente de Burdeos y transmitido e incentivado por los grandes de la región en esto de elaborar vino, llámese Pomerol, Margaux, Saint-Émilion etc.
Y todo comienza a finales del siglo XIX, momento en que los vinateros bordeleses no sabían qué hacer con la parte de cosecha excluida dentro de su producción, considerada por debajo de su nivel de prestigio.
¡Et, voilá!, se ideó la estrategia de marketing: acercar la marca a las economías más modestas, ofreciendo vinos más baratos en su elaboración y más asequibles en precio. La producción inicialmente excluida permite ampliar la oferta y el público comprador objetivo. En la década de 1980 del pasado siglo, el concepto eclosionó cuando las grandes marcas llevaron a cabo el intento de lograr la perfección, provocando que cierta producción quedara relegada a elaborarse por separado, a menudo utilizando la propia marca (Petit Mouton de Château Mouton-Rothschild), Pensées de Lafleur (Château Lafleur), Arômes de Pavie (Château Pavie), etc.
El fundamento de un segundo vino
Pero ¿de qué se está hablando? Un segundo vino suele estar menos elaborado que lo que se da en llamar primer vino, el icono de la gran marca. El porqué, se debe a tres motivos: el primero es que el segundo vino se puede elaborar con uvas de las parcelas con cepas más jóvenes, el segundo es que a la vez pueden pertenecer a parcelas con dedicación específica y, por último, este segundo vino puede proceder de una producción inicialmente prevista para el primer vino, pero que, al no corresponder a los criterios estrictos de ciertas bodegas elaboradoras, acabará destinado a esta añada más modesta. El resultado son añadas elaboradas con la intención de ser el primer vino, pero cuyo potencial de envejecimiento es usualmente menos relevante, con un enfoque organoléptico menos complejo, más fácil, por así decir.
La pista clave es su precio, así, si hallas un Château Margaux por 280 euros, sin duda se trata de una segunda añada, dado que sus primeros vinos rondan los 1.000 euros la botella según finca y añada.
Pero ¿la calidad sigue ahí?
Pese a que los segundos vinos no proceden de las mismas parcelas, se benefician del mismo trato que sus “mayores”, pero dado su carácter más jóven, presentan aromas más frutales y una menor concentración de taninos, pero siempre en la misma onda gustativa de la añada. Ideal si lo que se prefiere son vinos ligeros. Con ello se logra soñar con un contenido menos refinado que el de los primeros vinos de gran prestigio, pero a un precio más asequible.
Enlaces relacionados :
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La fotografía

Fotografía de falceño.
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