Los pensamientos negativos emergen cuando la pasividad nos invade y no realizamos actividades placenteras.
Nuestro estado anímico es el resultado de balancear la cantidad y la calidad de actos positivos y negativos.
Cuantas más cosas saludables y placenteras llevemos a cabo, más salubre y hedonista será nuestra vida y por tanto mejor será nuestro ser, el estar pero sobre todo el bienestar.
En estos momentos, con estados anímicos bajos por motivos que a nadie se les escapan, incrementar actitudes y actividades positivas es clave.
Como bien sabes, existe una correlación causal y directa entre el número de actividades agradables que llevamos a cabo y la calidad de nuestro estado de ánimo, visible y notorio en el día a día.
Usualmente los días más dichosos de la semana, para la mayor parte de los mortales, son aquellos en los que más actividades placenteras llevamos a cabo, ergo, los fines de semana, esos sábados y domingos tan anhelados a lo largo del trayecto de lunes a viernes, que solemos dedicar a la práctica deportiva pese al frío reinante, a compartir con precaución la amistad y el afecto, a disfrutar del exterior y tantas y tantas otras cosas que nos eleva el espíritu y el ánimo.
Todo ello se amplifica con el descanso vacacional, lejos de los agobios laborales y de la vida misma.
Y, esa Ley de Murphy, que siempre se supera, de que cuanto más tiempo poseemos, más lo perdemos, pensando en todo aquello que tiene un tono desagradable y provoca a nuestra mente, con pensamientos desagradables que acaparan nuestra atención.
Falta de eficacia y desplazamiento van a ser las sensaciones que coparán nuestro tiempo por dejar de realizar actividades que nos den gusto, gusto del bueno, evitando aislarnos y así recibir refuerzo social y la compañía que requerimos para la buena vida.