A principios del mes de octubre, tras los cuidados generales de la viña, con paciencia enorme, tiene lugar la vendimia. En España, Francia, Portugal e Italia, tiene lugar generalmente de agosto hasta octubre, sin fijar apriorísticamente las fechas exactas, pues son las diversas organizaciones de productores y según la región de que se trate cuando va a iniciarse. Cada viñedo las oficializa con arreglo a la normativa y decisión institucional.
Es usual y costumbre decir que la vendimia tiene lugar 100 días después de la floración de la cepa.. Si bien, este criterio varía en función del tipo de variedad, de la orientación del viñedo, la exposición al sol del mismo y el tipo de vino que se quiera elaborar. Una vez evaluada la madurez de la uva. Las vendimias pueden ser manuales o mecánicas, siendo su duración entre 8 y 15 días en función de la extensión del viñedo y de los medios.
Tras estudios diversos (Estación de Haro, Maison des sciences de l´homme de Dijon etc), las vendimias se han adelantado desde 1988, de media, unos 13 días antes, en relación a los 6 siglos precedentes.
Y, porqué?, pues parece ser que, los años muy calurosos y secos, eran raros en el pasado, siendo la norma observada durante los 30 últimos años. En Francia, los viñedos de la Borgoña, sobre un estudio basal, es un ejemplo del recalentamiento del clima.
El aumento de las temperaturas tiene múltiples efectos sobre la uva y su cosecha
La floración tiene lugar precozmente, por lo que los episodios de heladas pueden observarse incluso en el mes de mayo, situando el viñedo en situación de riesgo. La vendimia debe realizarse en horas de alta insolación, los vinos alcanzan la maduración rápidamente, plenos de azúcar, que se transforma en alcohol en el curso de la vinificación bajo el efecto de las levaduras. Todo ello tiene ventajas para ciertos estilos de vino, pero el inconveniente es que la tasa de alcohol es muy elevada, modificando los aromas del vino, alterando su acidez y frescor.
Múltiples desafíos
Para numerosos expertos, la cuestión central es, si se va a poder producir vino en las grandes regiones vitivinícolas clásicas, y, si no es así, dónde se será capaz de hacerlo y de qué forma. y por quién. El eje reside pues, en la adaptación del viñedo y las innovaciones y cambios en la producción.
Los productores hoy, están siempre sumamente atentos a los efectos del clima, hallándose expectantes ante sus cambios. Más allá de cuestiones gustativas, el recalentamiento y sus consecuencias se extienden a todo el ecosistema del vino: la alteración del recurso agua, las nuevas enfermedades, las nuevas variedades de uva, las variedades híbridas resistentes, el calor, la sequía, la relocalización de los viñedos y de las regiones productivas, la emergencia de nuevas zonas de producción, las tendencias del consumo…
La adaptación y el perdurar
Nuevos productos e indicadores deberán ser desarrollados para asegurar y salvaguardar la herencia cultural de cada región.
Pero hay que evitar entrar en pánico, pues como dice Jean-Robert Pitte, geógrafo y secretario perpétuo de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia, “la viticultura es capaz de adaptarse a las diversas variaciones climáticas tras haber transcurrido más de 8.000 años”. Los métodos han evolucionado constantemente, y la calidad de los vinos también. La pequeña Edad Glaciar (15-19 siglos) lo ilustra perfectamente. La Europa del norte ya cultivaba vides, cuando el clima se enfríaba, paraban el cultivo y se aprovisionaban en el sur. Aunque los vinos eran muy “frágiles” para soportar las largas travesías marítimas. Los holandeses inventaron la mecha de azufre para esterilizar los toneles, y los ingleses apelaron a la “fortificación de los vinos, añadiendoles brandy tras la fermentación a aquellos caldos con elevada concentración en azúcares residuales.
En los albores del 2020 se plantea otra vez la cuestión geográfica, los viñedos sureños podrían ser abandonados por su alta insolación, en beneficio de las regiones con mayor altitud, al igual que con las variedades de uva. Los ensayos con marsanne y syrah en el Beaujolais o de las antiguas variedades portuguesas sustituyendo a las nuevas e internacionales en el Douro, están produciendo resultados excelentes y esperanzadores, lo cual provocará una auténtica revolución legislativa en las Denominaciones de Origen Protegida.
Uno de los ejemplos más significativos en los últimos años es el “Liz´s fizz”: el vino blanco espumoso (con aguja) de la Reina Elizabeth II, que ha hecho plantar 15.700 pies de chardonnay, pinot noir y pinot meunier en los viñedos reales de Windsor.
Queda por saber si los consumidores están dispuestos a experimentar nuevos aromas, y sabores diferentes, y, también si son proclives a pagar para comprar un vino cuya razón de ser es producto de la alteración climática. Por otra parte, los milenials muestran menos interés hacia el vino que las generaciones precedentes.
No obstante, los factores climáticos y medio-ambientales afectarán también a los espirituosos, con lo que probablemente vamos a asistir a un cambio debido a la redistribución de los papeles o las cartas que están en juego, según ha comentado Patrice Geoffron, profesor de Ciencias Económicas de la Universidad París-Dauphine, Director del Centro de Geopolítica de la energía y de las materias primas.
Terruños de innovación
En Francia la agricultura era responsable de cerca del 20% de emisiones de gas de efecto invernadero en el año 2011, según ACCAF (Adaptation de l´agriculture et de la fôret au changement climatique), que agrupa a más de 300 investigadores que estudian la anticipación de los efectos del cambio climático y de la adaptación del sector a sus consecuencias, en especial en materia vitivinícola. En nuestro suelo patrio, el organismo encargado es el Instituto de la viña y del vino, En Australia el Australian Wine Research Institute y, en China, el Instituto Botánico de la Academia de las Ciencias de China.
Las innovaciones ya han sido experimentadas en diversas regiones del mundo
La inteligencia artificial que detecta las enfermedades de forma precoz gracias al análisis de imágenes, los drones, que supervisan la salud de las cepas y de sus necesidades. Los robots autónomos que 24 tras 24 horas se hallan en las viñas, así como los viñedos fotovoltaicos equipados de paneles solares aportando mayor o menor cantidad de sol o de sombra según sean las necesidades.
El recalentamiento por el cambio climático pese a poner a prueba la resiliencia de la humanidad, incentiva la imaginación y la creatividad en el sector vitivinícola.
¿Será finalmente un cambio para el vino?