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“La cultura de la bebida o cultura del alcohol es el conjunto de tradiciones y comportamientos sociales que rodean el consumo de bebidas que contienen etanol como droga recreativa y lubricante social. Aunque las bebidas alcohólicas y las actitudes sociales hacia la bebida varían en todo el mundo, casi todas las civilizaciones han descubierto de forma independiente los procesos de elaboración de cerveza, fermentación de vino y destilación de licores.
El alcohol y sus efectos han estado presentes en las sociedades a lo largo de la Historia. La bebida está documentada en las Biblias hebreas y cristianas, en el Corán, en la Historia del arte, en la literatura griega y romana tan antigua como Homero y en las Analectas de Confucio”.
El órgano legislativo europeo, el Parlamento Europeo, ha debatido una iniciativa para indicar cómo perniciosas las bebidas que contienen alcohol. En este artículo decataencata.com realiza diversas consideraciones al respecto.
A nadie se le escapa que conjugar el verbo vivir entraña riesgos, quizá por el nivel de aceleración que imprimimos a nuestra actividad vital más hecha para la velocidad que para la felicidad, cuestión que atenta contra nuestra calidad de vida.
El riesgo intrínseco está servido dado que la compleja trama de reacciones bioquímicas interconectadas se hallan interactuando con el entorno que nos rodea. Guardar un equilibrio es, por tanto, una cuestión vital.
Múltiples agentes físicos y moleculares interaccionan y lo hacen a través de los sentidos por los que discurren impulsos, átomos, radiaciones y moléculas mil que modifican ese equilibrio vital que nos define y dirige nuestra esencia hacia un determinado modo de ser en la medida que condicionan nuestra percepción, estabilidad, salud y bienestar peculiar, la cual si la percibimos como beneficiosa nos hace tender a su consumo.
De entre las múltiples moléculas que interaccionan con nuestro equilibrio vital, una de ellas es el etanol, que si se acumula en exceso producen daño corporal a veces irreparable, como tantas otras.
Componente en combinación molecular, se halla en el vino, proporcionando matices olfativos, gustativos y sensitivos (euforia y desinhibición) que otorgan goce y placer, que nos disponen a correr el riesgo de asumir su toxicidad.
El problema surge cuando no se puede preservar el equilibrio entre ese riesgo de toxicidad y el beneficio del placer sensorial, puesto que no existe un antídoto contra la creciente velocidad de nuestras vidas.
Y, si además, añadimos que ese pretendido bienestar forma parte esencial de la cultura humana con profundas connotaciones y consecuencias colectivas en la economía, el paisaje, el conocimiento y el arte, todavía hace más difícil controlar el equilibrio vital.
El riesgo se intensifica cuando se incrementa la cantidad de etanol y se difumina la opción de bienestar a través del consumo compulsivo para lograrlo.
Los mensajes y las medidas culturales coercitivas rara vez tienen éxito sobre todo en Salud Pública y Medicina Preventiva, (existe evidencia estadística de que la eficacia disuasiva de la legislación impositiva está en entredicho).
En las culturas que no han desarrollado esas medidas, deberían promocionarse combinaciones moleculares para obtener el beneficio del placer sensorial que actúe como un antídoto contra la cada vez mayor velocidad de nuestras vidas.
Educar, culturizar y sensorializar debiera ser el objetivo de la sociedad del conocimiento y no el mero consumo digital.
El vino, sin duda está en los orígenes de la cultura europea, forma parte de su patrimonio material e inmaterial, es un importante componente agrícola y paisajístico con un peso evidente en la economía.
Pero, no debe olvidarse que existen personas que no controlan sus impulsos, que fisiológicamente son acetiladores lentos (metabolizan lentamente el etanol), que aprendieron desde pequeños a beber alcohol sin control, que sufrieron violencia doméstica por ello, que uno de cada cuatro españoles aquejan hígado graso no alcohólico y dañan ese órgano de forma indefectible, que los servicios de Aparato Digestivo de los hospitales suelen ser muy visitados por pacientes con afectación hepática, que la Atención Primaria y el dispositivo de Salud Mental malamente detectan y tratan las alteraciones que el etanol provoca.
Evidentemente otro tipo de sociedad es posible, sin dependencias ni adicciones y, si no existe, habrá que crearla, precisamente para evitar que el human@ atente contra sí mismo.
Hay que retornar a la propia esencia humana, plena en recursos y posibilidades para gobernar su propia vida a través de sus endorfinas y equilibrio molecular, que dan para mucho, eso sí, educando, educando y educando…
Los romanos controlaban el consumo individual y social del vino y de otras bebidas fermentadas.
Las bebidas sin alcohol, sensorialmente son excelentes y son una gran alternativa para vivir mejor y más libre.
Educar en el autocontrol y en el conocimiento probablemente evitará guerras esperpénticas y suicidios lentos, facilitando el estar pero sobre todo el bienestar.
La fotografía
Despacito
Tú, tú eres el imán y yo soy el metal. Me voy acercando y voy armando el plan. Solo con pensarlo se acelera el pulso (oh, yeah) Ya, ya me está gustando más de lo normal. Todos mis sentidos van pidiendo más. Esto hay que tomarlo sin ningún apuro. Despacito. Quiero respirar tu cuello despacito. Luis Fonsi.
MUSICANDO
- Cuando los elefantes sueñan con la música: Tus programas favoritos de RNE, en RTVE Play Samara Joy 23.02.2022