El sector vinícola arranca una nueva campaña de vendimia con perspectivas a la baja. Además de las reconocidas denominaciones de origen, las pequeñas bodegas contribuyen también al desarrollo del sector.
Como cada año, cuando el mes de agosto toca a su fin y septiembre comienza, (y este año mucho antes – 2 semanas – por la canícula que nos azota) arranca uno de los momentos principales de la actividad agraria: la vendimia, la recolección de las uvas que más tarde darán lugar a esos vinos con los que disfrutar o celebrar la vida.
En Aragón, Cariñena, Calatayud, Campo de Borja y Somontano conforman sus cuatro denominaciones de origen protegidas. Con sus casi 100 bodegas, sus más de 20.000 hectáreas de superficie de cultivo, la comunidad exportó vino en 2019 por valor de 105 millones de euros. Es el tercer subsector agroalimentario que más exporta y el más pionero y diversificado en cuanto a mercados (con más de 50 destinos internacionales). Los principales clientes son Alemania, Canadá y Estados Unidos, seguidos del Reino Unido.
Se trata de un pilar estratégico en la vertebración del territorio, con más de 4.000 familias de viticultores y 36.000 hectáreas de viñedos.
Sector altamente cooperativizado con un 85% de la producción que se halla dentro de una figura de calidad diferenciada con reconocimiento comunitario (DOP e IGP). Con 180 operadores inscritos, 105 de ellos son bodegas adscritas a una denominación de origen (DOP) o indicación geográfica protegida (IGP) que cuentan con un amplio respaldo debido al marchamo de calidad de sus vinos y al impulso promocional.
Fuera de los linderos de las DOP existe un heterogéneo tejido de bodegas y empresas familiares de mayor o menor dimensión, que a través de su producción, cuentan sus historias, sus esfuerzos y trayectorias. Proyectos en muchos casos personales, algunos en fase incipiente y otros en fase de consolidación tras superar unos años en un mercado cada vez más competitivo y con consumidores cada vez más exigentes.
Algunos se ubican en zonas de escasa tradición vinícola, otros están desarrollando actividades diversas además del cultivo de la vid, otros más consolidados, incluso más allá de nuestras fronteras con reconocimientos internacionales por sus productos de excelente calidad e historias entrañables.
Desde el vino de las nieves al vino del desierto
El vino de altura
Una calicata en las laderas cercanas a Barbenuta* y la realización de estudios de viabilidad en varios campos de la zona de Biescas* Pilar Gracia y Ernest Guasch decidieron plantar vides de riesling, gewürztraminer, chardonnay, pinot noir y cabernet franc a más de 1.300 metros de altitud, las viñas más altas de la Península Ibérica, cuyos caldos se elaboran en su bodega que lleva por nombre el del valle que la cobija Bal Minuta, que en este año seco con alguna lluvia exagerada a destiempo va a hacer que probablemente se adelante la vendimia, siendo de esperar una buena producción. Mucho esfuerzo y trabajo cumplido el tiempo de más de una década. Su Tinto de las Nieves, fue laureado en 2018 con la medalla de oro en el Concurso de Bruselas.
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El vino del desierto
Año muy seco el que estamos pasando que ha hecho que el creador de la bodega El Vino del Desierto, Fernando Mir, en plenos Monegros, precisamente en Lanaja*, cosecha 15.000 kilos de uva de muy buena calidad y sana de la que se obtendrá un vino más concentrado y más maduro (si la sequía lo permite). Hace ya de ello más de 10 años en que a nadie le cabía en la cabeza elaborar vino en los Monegros, pese a que a finales del siglo XIX era una de las zonas de Aragón con mayor superficie de viñedo al no existir regadío, siendo a finales de los años 50 del siglo pasado en que la construcción del canal de los Monegros y una epidemia de filoxera en que sus habitantes decidieron arrancar los viñedos y dedicarse a otros cultivos. Gracias al vino se ha puesto a Lanaja en el mapa tras duplicar la producción al introducir una nueva variedad en un horizonte futuro.
Otra “pequeña” bodega es Finca Valonga, situada en Belver de Cinca* en que la vendimia también se adelanta por mor de producir cava, cultivando a unos 300 metros de altitud, con conducción en espalderas, de unos viñedos con una edad media de 35 años. La proximidad de las viñas con la bodega permite la selección uval en su momento óptimo de maduración y la vendimia coordinada, garantizan una recepción de la uva con todas sus propiedades intactas a los primeros pasos de elaboración en bodega.
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Una finca que data de los años 30 del siglo pasado, en que en un antiguo lagar se construyó la bodega, contando ya con viñedos desde mediados del siglo XIX. Coexiste en la finca el cultivo del olivo y de nueces, comercializando sus productos desde 1990 y 2003 respectivamente.
Los pioneros*
Aunque con nevadas menos frecuentes, el frío extremo es otra de las características del Campo de Belchite*, precisamente en Lécera*, se ubican las Bodegas Tempore, también probablemente tendrán que adelantar la vendimia tras un estío caluroso y seco (vamos a ver esa temperatura de maduración como va). Están recuperando una variedad de uva autóctona denominada drechero que se cultiva solamente en la zona de Muniesa*, felizmente recuperado el clon de la variedad y ya con vinificaciones actuales. Con sus 21 años de andadura han activado el cultivo de la garnacha blanca en viñedo biodinámico en suelos vivos.
Lo pequeño se hace grande con calidad y equilibrio
El 60% de las bodegas aragonesas se hallan adscritas a alguna figura de calidad (DOP e IGP) con el consiguiente reconocimiento de calidad y apoyo promocional sin diluir la personalidad y la libertad de las bodegas.
Enlaces relacionados :
- *pionero, pionera | Definición | Diccionario de la lengua española | RAE – ASALE
- *Campo de Belchite – Wikipedia, la enciclopedia libre
- *Lécera – Wikipedia, la enciclopedia libre
- *Muniesa – Wikipedia, la enciclopedia libre
MUSICANDO
- Duendeando: Tus programas favoritos de RNE, en RTVE Play Infinito Paco 30.07.2022