Estilo de Vida Vino

EXPRESIONES CONOCIDAS SOBRE EL VINO, POR LOS FRANCESES

En el siglo XVIII se solía decir que el alcohol triste “tenía sangre de venado”.
De ello da buena cuenta Jean Pruvost en su libro “Wine”, en el que retoma frases tales como la anterior y otras expresiones tales como “el vino oreja”.

Los orígenes del vino continúan siendo misteriosos. El vino toma su nombre del latín clásico “vinum”, que significa la uva, del racimo y el jugo extraído de su fruta, del que proviene la denominación del vino en inglés y en alemán. No obstante, nadie es capaz de ofrecer el origen exacto del término: ¿lenguas indoeuropeas, lenguas semíticas, o ambas quizás? Jean Pruvost emite la siguiente sugerencia: “los antepasados del latín vinum podrían ubicarse en las dos familias lingüísticas. Baste reparar en la palabra griega “oinos” , “yayin” en hebreo, “wayn” en etíope para constatar la cercanía de la palabra latina, que por cierto, se pronunciaba “ouinoum”.

Alejandro Dumas en su Grand Dictionnaire de Cuisine, afirma que la palabra vino, deriva de “vis”, que significa fuerza. Pese a desconocerse su origen, el vino ha enriquecido el vocabulario francés con muchas expresiones.

Nuestro vecinos galos, cuando agradecen a su anfitrión el vino servido, lo hacen con un gesto original, el llamado “vino con oreja”, expresión típica, refiriendo con ello que es un buen vino, inclinando a su vez la cabeza (de quién lo bebe) hacia un lado u otro.

Según Furetière, el vino de una espiga, es el que hace inclinar una oreja en señal de aprobación, pero si el vino es malo, entonces hablamos de “vino de dos espigas”, que es el que hace “temblar las orejas”, mostrando la desaprobación sacudiendo la cabeza y haciendo muecas de oreja a oreja.

En caso de tratarse de un vino vomitivo

En el Don Juan de Molière, Sganarelle, el ayuda de Cámara*, se esfuerza sobremanera por convencer a su amo de los beneficios del vino, diciendo que: “Tienes un alma muy incrédula.. Sin embargo, ya habéis visto desde hace tiempo que el vino vomitivo hace crujir sus huesos. Sus milagros han convertido las mentes más incrédulas”. Una diatriba que cuando menos sorprende, más aún, cuando sabemos que el vino vomitivo es un “vino en el que se hallan en suspensión durante algún tiempo, polvos, vidrio o antimonio, al decir de Furetière.
Utilizado como vomitivo (emético), con el fin de “purgar hacia arriba y hacia abajo”. Como uso medicinal, una bebida que hoy en día provocaría rechazo inmediato, pero con efectos maravillosos según Sganarelle.

En cambio, otra narración dice así: “Había un hombre que llevaba seis días de agonía, no sabíamos que recetar puesto que todos los remedios ofrecidos , no surtían efecto, finalmente, decidimos darle eméticos”. Don Juan comenta: “¿sobrevivió, no?”, contestando Sganarelle: “No, murió”, pero indignado por la expresión irónica de su maestro, preguntó ¿Cómo? No había podido morir durante seis días completos, y eso hizo que muriera de golpe. ¿Quieres algo más efectivo? Amantes del vino, estáis advertidos…

Vino de ciervo

Bebida para celebraciones, fiesta y alegría, el vino y sus excesos provocan no obstante un fenómeno bien conocido por algunos, llamado alcohol triste. Describiendo los efectos del vino por la emoción que produce en el que lo consume, para ello, la lengua francesa, tiene expresiones enormemente ricas.

En el siglo XVIII, sentirse deprimido tras tomar unas copas de vino era como “tomar vino de venado”. Furretière hace una descripción excelente en su diccionario, apelando a ese estado de ánimo del bebedor “cuando se halla melancólico y le brotan lágrimas de los ojos”.

La lista “animal” es prolija: “vino de mono” (que equivale al vino alegre), “vino de león” que es sinónimo de alcohol agresivo. “Vino de burro”, refiriéndose al aturdimiento que puede provocar una copa de más.

Mención especial se hace al “vino de cerdo”, utilizando una terminología un tanto vergonzante, que se le da al borracho, que anda a cuatro patas arrastrándose por el suelo, “se revuelve por el suelo” y, que hay que distinguir del llamado “vino paillard”, que Philibert Joseph Le Roux define en su Diccionario Musical de 1718, como el estado de un hombre enamorado después de haber bebido en exceso. designando prosaicamente a los bebedores borrachos que, por efecto del alcohol, se creen irresistibles y suelen molestar a los vecinos.

Otra expresión gala es la que apela a un “vino de Brétigny para hacer bailar a las cabras”.
Otra manera más de calificar de forma peyorativa a un licor, que a pesar de su extensión, designa un vino verde y duro, con sabor a vinagre y desagradable de beber. Con arreglo a la leyenda que narra Philibert Joseph Le Roux en su Diccionario Cómico, el proverbio procede de Coulommiers, en Brie, refiriéndose a una familia burguesa, Las Cabras, que a pesar de su respetabilidad, amaban el vino y sus efectos. Así lo cuenta Roux: “Estas buenas personas, cuando estaban de buen humor, bailaba siempre y, como iban frecuentemente a Brétigny, un pequeño pueblo cerca de Coulommiers, regresando fuertes y briosos, la gente de su ciudad comentaba que: el vino de Brétigny tiene un potente efecto puesto que hace bailar a las cabras”. Añadiendo el autor que: “Estos son los vinos de Brie que llamamos así porque son los más desagradables de Francia”. No obstante, los orígenes de la fórmula se remontaban a Dijon: “No lejos de la ciudad se encontraba el pueblo de Brétigny, cuyo vino era despreciado y considerado mediocre por los grandes viticultores de la ciudad.

El vino un camino al paraíso

Sin ser un proverbio ni tan siquiera una expresión, sino una palabra amable que Alejandro Dumas cita en su Gran Diccionario de Cocina. Con un gran apetito y un inigualable conocimiento de la gastronomía, el novelista se propuso demostrar las virtudes del alcohol, diciendo entre divertido y jocoso que se trataba de demostrar “que el buen vino puede llevar al cielo”.
Y la historia comienza más o menos así: “a su confesor que le sermoneaba por su habitual abuso del alcohol, un bebedor sin atisbo de duda por su impresión por la gracia, le espetó el siguiente discurso: “Padre mío, el buen vino produce buena sangre, la buena sangre proporciona buen humor, el buen humor lleva a buenos pensamientos y estos producen buenas obras que nos llevan al cielo”.
Un razonamiento que bien vale el paraíso sin confesión, y recuerda el famoso dicho:

“Quién bebe, duerme. Al que duerme, no le duele. El que no hace el mal, hace el bien. Así que quien bebe hace el bien”… Quizás hubiera que añadir, que sí, pero siempre con moderación.

MUSICANDO

Cuando los elefantes sueñan con la música – Musica en RTVE Audio Moondial de Pat Metheny 05.09.2024

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