Las destilerías más renombradas seducen a iniciados y clientes que buscan y demandan productos de proximidad en Francia.
Desde hace 30 años hasta ahora, allá por el año 1984 en que inició su actividad la primera destilería de whisky en Francia, en Lannion (Côtes-d’Armor) auténtica inspiración para las actuales 85 destilerías productoras, años que han sido densos, pero fructíferos, tanto que, han creado tendencia, al decir de Philippe Jugé, director de la Fédération du whisky de Francia: “está al ver, existe mercado, se vende y se ofrece whisky para todos los gustos, segmentos y precios, pese a que los comienzos fueron un tanto difíciles y laboriosos”.
Al principio los whiskys franceses eran vistos peyorativamente por parte de los consumidores, según comenta Matthieu Acar, responsable de la boutique de la ciudad luz, La Maison du Whisky, “al principio las ventas y compras eran puramente regionales guiadas por su excelente calidad. Partiendo de la Bretaña , el movimiento se desplazó hacia el este (Alsacia y Lorena) y finalmente a Córcega en 2010. Hoy existen destilerías de whisky en todo el territorio francés especialmente a partir del año 2015. Aproximadamente unos 20.000 hectolitros de alcohol producidos anualmente, unos 7 millones de botellas. Estas cifras que pueden parecer elevadas a primera vista y que corresponden a la producción de las dos mayores destilerías francesas son tres veces inferiores a la de Spring Bank, la destilería escocesa más pequeña, que surte al mercado de 2 a 3 millones de botellas cada año.
Las destilerías francesas suelen beneficiarse de la imagen Made in France, elaborando productos para circuitos cortos de consumo, trazables, transparentes y generalmente “bio”.
La pandemia por el Covid-19 ha supuesto un acelerador e impulsor para el consumo de estos productos a través de las ventas por internet, reforzada por el carácter artesanal de la producción, que no los hace baratos (unos 50€ de media), compitiendo directamente con los whiskys irlandeses (sobre todo con los single malts sin mención de edad.
Cabe recordar que Francia forma parte del grupo de los grandes productores de cebada del mundo, con 3 millones de toneladas, base de la producción de whisky, especialmente de cebada RGT Planet, la star del mundo del whisky.
En cuanto al malteado (fase de germinación y cocción de la cebada), decir que Francia cuenta con 3 enormes plantas de malteado.
Una docena de fabricantes de alambiques
Es otro savoir-faire único: la diversidad en la tipología de alambiques con una docena de fabricantes (sólo dos en Escocia), que evita la uniformidad en los destilados que se elaboran. Sin olvidar la gran experiencia francesa en destilación, tonelería, envejecimiento en roble y “coupage”. Así se explica la aparición en la escena licorosa de protagonistas del mundo del vino tales como Jean Moueix (Petrus) y su marca Bellevoye, los hermanos Mabillot en Reuilly o los afinados en barrica del enólogo bordelés Aymeric Roborel de Climens, cuando hasta ahora el panorama contaba solo con destilerías históricas que se hallan muy diversificadas como Mavela, Lehmann o Hepp, además de los cerveceros Bercloux y Lancelot que lanzaron a partir de la nada la Distillerie de París y Moon Harbour, sin olvidar a los “affineurs” y embotelladores como Benjamín Kuentz, que compran el licor para crear marcas, según comenta Philippe Jugé.
Esta nueva generación que llega desde la viña con toda legitimidad y esta diversidad es una oportunidad para el whisky francés.
Quedan por crear las óptimas condiciones en cuanto a reglamentación e inversión a medio y largo plazo para que los frutos sean más relevantes.
Más allá del creciente número de marcas, están destacando y llamando la atención por su calidad y variedad.
Aunque sus volúmenes todavía no suponen ninguna amenaza para el reinado escocés, lo cierto es que es de elogiar el buen trabajo que están haciendo desde nuestro país vecino. Aprovechando la geografía y el conocimiento de los agricultores del cereal y de los destiladores, la pequeña industria del whisky francés, se abre paso en el plano internacional, con 57 marcas.
Dentro del mapamundi francés de las bebidas, destaca Alsacia, una zona que acumula una notable tradición en materia de vinos, cervezas y licores de frutas. Los vinos, de hecho, se han ganado un nombre: Vins d’Alsace. Pero esta pequeña región, vecina de Alemania, ha venido despuntando en esto que hoy nos concierne: el whisky. En Alsacia hay 6 destilerías de whisky operativas y las botellas muestran orgullosas su indicación de origen.
No es la única zona, en realidad se está produciendo whisky en casi todo el territorio francés sumando 52 destilerías activas a día de hoy. Para comprender la magnitud de este crecimiento, hay que saber que en 2014 eran 5 las casas productoras de whisky. Es decir, 47 nuevas destilerías en prácticamente 6 años. Zonas como Córcega, Tarn, Lorena o Charente, se han sumado a este buen momento del whisky galo.
Una muestra de la elaboración de whisky en España
La fotografía inferior corresponde a la sala de barricas de la Destilería Liber de Padul en Granada, organizada al estilo de Jerez con las botas puestas en forma de solera. El whisky se pasa desde el tanque fiscal a las botas de forma que llena una bota y parte de otra que es completada en la siguiente destilación.
Todas las botas que se usan proceden de una bodega de Jerez y han tenido durante años Pedro Ximénez en su interior.
Las destilerías escocesas importan las barricas usadas del marco de Jerez y de las bodegas gallegas para envejecer sus whiskys.
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