La drunkorexia es una alteración psicológica y psiquiátrica por la que las personas que llegan a desarrollar una obsesión psicopatológica con la pérdida de peso o con evitar comer mucho, desarrollan también una relación disfuncional con las bebidas alcohólicas. En la mayoría de los casos, esto se plasma en personas que presentan la sintomatología típica de la anorexia o de la bulimia y que además lo hacen motivadas al menos en parte por la idea de compensar su propensión a beber demasiado alcohol (o con demasiada frecuencia).
Dicho de otro modo, la drunkorexia es un patrón de comportamiento y de pensamiento que resulta dañino para la salud mental y física porque surge una lógica de acción-reacción entre la ingesta en exceso de bebidas alcohólicas y la evitación obsesiva de sumar calorías.
Normalmente, lo segundo es un “ajuste” que realiza la persona como consecuencia de lo primero, para no ganar demasiado peso a causa de las calorías ganadas con la bebida; sin embargo, también se da casos de personas que comen muy poco para llegar antes a un estado de ebriedad, o incluso personas que, teniendo un problema de adicción al alcohol, deciden ahorrar al máximo recortando en gastos en comida.
Los investigadores levantan la voz de alarma respecto a la tendencia constatada en los campus estadounidenses de sustituir la nutrición por la ingesta de alcohol para evitar engordar.
Tras el “binge drinking” (embriagarse con alcohol de forma excesiva y rápida) y la cuasi anorexia, la drunkorexia, hicieron su aparición sobre el año 2016. También llamada alcohol orexia, o mezcla de consumo rápido de bebidas alcohólicas y de anorexia mental. En suma, una mezcla explosiva, con un principio sencillo: el de reemplazar las calorías de la comida por el alcohol para evitar engordar y sentirse ebrio de forma rápida por hallarse el estómago vacío. Una conducta similar a la del trastorno clásico de la anorexia – saltarse una comida, provocarse el vómito o practicar deporte intensamente – con la toma prioritaria de alcohol. Un problema ya descrito en el año 2012 en la Universidad de Missouri. En esta época, el 67 % de los adolescentes entrevistados en el estudio de investigación realizado, declaraban reducir su aporte calórico, mediante el salto de alguna comida, para primar la ingesta alcohólica, además, el 21 % de ellos manifestaba que lo que buscaban era lograr estar ebrios de forma más rápida. Cuatro años más tarde, investigadores de la Universidad de Houston, lanzaron la voz de alarma, dado que 8 estudiantes de cada 10 habían mostrado una conducta propia de la drunkorexia. (Dipali V. Rinker MD).
Este estudio, presentado en 2016 en Nueva Orleans, realizado sobre una población de 1184 estudiantes de la Universidad de Houston en Texas, que había ingerido alcohol de forma excesiva al menos una vez en el curso del último mes: cuatro copas como mínimo para una chica (en el mismo día) y cinco para los varones con esta premisa participativa. Con una media de edad de 22,3 años, en el que el 60 % eran mujeres. Los resultados mostraron que el 81 % de la muestra había tenido una conducta ligada a la drunkorexia en los últimos 3 meses.
Respecto a los factores de riesgo, el consumo en la habitación, en la casa aparecía como un elemento clave. Los convivientes eran los más afectados, por el hecho de vivir lejos de su hogar y de la familia, así como el estrés al que estaban sometidos por los estudios universitarios, sin ser los únicos factores que explicarían el fenómeno.
Conductas de riesgo
El género no sería específicamente el problema, si bien los datos del estudio sugieren que los hombres tienen mayor inclinación para desarrollar estos tipos de comportamiento. Los investigadores sospechan que los hombres en general tienen mayor tendencia a tener comportamientos de riesgo con el alcohol.
Más allá de la alteración calórica, las consecuencias de la drunkorexia sobre el organismo, sobre la mente y el cuerpo son dramáticas. Este comportamiento se asocia a consecuencias graves y problemáticas: caídas, accidentes de tráfico por conducción temeraria y muerte propia o/y ajena, adelgazamiento patológico susceptible de ingreso hospitalario, drogadicción, que afecta a poblaciones más susceptibles (maniquíes etc.).
El mundo de la moda
Las presiones psicológicas, y el acoso sexual entre otros muchos factores (control del peso) conducen las más de las veces a l@s maniquíes y atletas a la anorexia y a la bulimia, con cuadros depresivos y de debilidad general y amenorrea (ausencia del ciclo menstrual), problemas dentales, tez grisácea con falta de brillo, sequedad cutánea y alopecia (pérdida de cabellos) que se refleja en la mirada de estas profesionales de la moda, sometidas a múltiples viajes y traslados mundo adelante, que muchas veces interrumpen sus estudios por seguir los dictados de un mundo hostil, disfrazado de lagarterana, que rompe su equilibrio personal, vital…
En que la industria de la moda y los mass media deben reemplazar la imagen patológica de la delgadez por una imagen que refleje la belleza interior y el aspecto saludable de la vida.
El acoso sexual
Ese lado oscuro de la profesión y del medio en que se desarrolla y que muchas veces no deja de ser una prostitución encubierta, con violaciones incluidas bajo el efecto de las drogas, con la consiguiente deshumanización y trauma. Muestra de ello queda reflejada en la lectura de la obra de la americana Nikki DuBose, antigua maniquí muy implicada en la lucha contra la violencia sexual y los trastornos alimentarios: My Memoir, Washed Away: from Darkness to Light, en la que narra haber sido sometida a abusos sexuales, sus problemas alimentarios y sus tentativas de suicidio.
Otra maniquí, como Jennifer Sky, comenta sus experiencias y secuelas psicológicas que aqueja desde que fue enviada a México con 15 años de edad, y era drogada para posar con el torso desnudo, para una campaña nacional de gran envergadura financiada por una gran marca de productos solares. (newrepublic.com), tribuna en la que explica que hoy en día el 54 % de las modelos norteamericanas han iniciado su carrera en la moda a los 16 años de edad, siendo reclutadas por las agencias a la edad de 13 años, por un medio idealizado por adolescentes deseosas de liberarse.
El proyecto Real Women Real Stories, lanzado por el realizador Matan Uziel, ofrece una tribuna desde la que las mujeres pueden denunciar el abuso al que pueden verse o son sometidas. Lucha en la que los hombres deben tomar parte, ante la presión de la industria de la moda y del espectáculo.
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