Al abrir la carta de vinos debemos fijarnos en 5 detalles que nos serán claves para evaluar la calidad de la misma y así preparar nuestra respuesta y actitud.
Veamos:
Incompletud
Falta la añada, el nombre de la finca, la denominación precisa, el color que solo se cita la mitad de las veces… una carta de vinos con carencias, producto de una escasa y deficiente profesionalidad por parte del sumiller o de la polarización del dueño del local de restauración en el margen, más que en la calidad de servicio al cliente.
Errores de ortografía
Denominaciones, regiones inexistentes o equívocas y obviamente el descuido y la negligencia en el hecho de simplemente copiar lo inscrito en la etiqueta de la botella. Y, es que si el restaurante no dedicó más tiempo a cuidar las formas, lo más probable es que también la “sustancia” se vea afectada.
La información al mínimo
La Rioja, Uclés, Priorat, Cariñena, Burdeos, Borgoña, Douro, Val Policella, Valle del Napa, Malbec argentino, nada de nada, solamente tinto, rosado, blanco, eso es todo. y todo escrito entre dos láminas de plástico, que no augura nada bueno. Vino genérico, cuyo origen desconocemos, sin mención a añadas, pagos y enólogos, auténticamente escuálida.
Monomaníaca
Repeticiones con el mismo nombre, multicolor, sin querer decir que no exista calidad, pero sí indica pereza y carencia de imaginación del restaurante y el probable riesgo de sentarse a comer.
Una carta patrocinada
Con el logotipo de una región, de una denominación, de una bodega, es indicador de que el restaurante, su carta de vinos ha sido devorada por un solo comercializador, una hegemonía que huele a aburrimiento, hastío y a una deriva comercializadora que prima los descuentos y el rapel más que al beneficio del cliente.