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La calma también alimenta saludablemente, sin reducciones llevadas al extremo, sin vivir pendiente del fenómeno calórico, sin angustias vanas. Una vez más en el término medio se halla la virtud: alimentarse correctamente, disfrutando y respetando cuerpo y mente con estos cinco consejos, que como las lentejas, si quieres las comes y, si no, las dejas… Vamos a ello:
Primar los alimentos a las calorías
Ninguna polarización es buena. Poner el foco en la cantidad de calorías que ingerimos nos hace flaco favor si no anteponemos la calidad de los alimentos y, así, por ejemplo: 100 calorías de galletas no suelen tener el efecto semejante que el de 100 calorías de fruta o de frutos secos.
Hay que darse un baño de naturalidad y procurar fijarnos en comer alimentos frescos, naturales y poco o nada procesados como: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, grasas no saturadas (saludables) y proteínas de calidad. Que forman el grueso de tu alimentación para nutrirte correctamente y estar saciado suficientemente sin necesidad de hacer cálculos.
Evitar los juegos de suma cero: el todo o el nada
Es muy importante evitar la frustración* y los temibles atracones, puesto que nada nos aportan, positivamente hablando. A veces nuestro PC nos insta a indicar aquello de que: “no soy una máquina”, pues eso, lo mejor es el equilibrio, comer saludablemente y también disfrutar de una comida con nuestros amigos, al tomar esa maravillosa copa de vino (si podemos hacerlo) o alguna piedra de Santiago de Compostela con un estilo de vida adaptado a necesidades y contextos, teniendo siempre conciencia real de quién lleva el timón y mantener una sana relación a largo plazo en que está prohibido prohibir, siquiera sea por la frustración que provoca.
Claro está, que hay que prestar oído a nuestro cuerpo, no vaya a ser…
Para ello, nada mejor que educarnos en la identificación de las señales reales de hambre y saciedad, claves para lograr una alimentación consciente. En cuantas ocasiones comemos, se come por puro aburrimiento, costumbre, rutina o ansiedad, sin que por ello tengamos hambre realmente. Ni que decir tiene, cuando por inercia seguimos comiendo, pese a estar plenos, solo por el hecho de que como ya está servido y es una pena tirar la comida… Hace algunos años, comentaba un docente del mundo de la gestión empresarial que el mejor órgano para dirigir, es la oreja, pues eso, saber escuchar al propio cuerpo tiene como implicación comer cuando auténticamente, tienes hambre y saber parar cuando estás satisfecho, y no cuando estás lleno, para conseguirlo, hay que practicar la atención plena, pero sin juzgarte si tan solo un día te excedes.
Sé flexible cuando planifiques
Plantea la semana de forma básica para comer mejor, aprovechar el tiempo y evitar la impulsividad en las decisiones (base de más de un trastorno nutricional), eso sí, sin rigideces y exenta de estrés, para ello organizar las comidas principales (almuerzo y cena temprana), teniendo en mente, que se empieza a comer justo cuando vamos a comprar, lo que debe ser un acto plenamente consciente y con opciones saludables, dejando espacio para la improvisación y desde luego, para la flexibilidad. Así, si algún día comes fuera de casa o cambias el menú, no pasa nada, aquí paz y después gloria. Recuerda que lo auténticamente importante es la consistencia a lo largo del tiempo y no el perfeccionismo diario. Tener esa visión proyectiva y libre es fundamental.
Existen más prioridades más allá de la alimentación
Dado que además de comer bien, existen otras vertientes altamente influyentes en la salud y bienestar propios, tales como: permanecer activo con regularidad, contar con relaciones sociales sanas, dormir bien y disfrutar con tus aficiones. Antes decíamos que ninguna polarización es buena, por lo que focalizarse en la dieta puede llevarte a desconectar de todo aquello que también contribuye a que seas un ser feliz. La nutrición debe ser una aliada, nunca una carga, que cuanto más natural y equilibrada sea tu relación con ella, más fácil será mantener hábitos saludables y sin esclavismo alguno.
Por tanto, basta con establecer pequeños cambios sostenibles, atender a tus señales internas y mantener una actitud flexible, para cuidarte de forma veraz y gustosa.