Su apariencia los diferencia. Pero estas dos bebidas poseen más similitudes de lo que se cree.
Sus orígenes comunes, por ejemplo. También poseen numerosos sabores similares.
Vamos hoy a tratar de las semejanzas de dos bebidas alcohólicas en un principio, más unidas que separadas.
Presentes desde la antigüedad
Se encuentran vestigios de su existencia en tablas de arcilla. La cerveza es más antigua que el vino, es la bebida fermentada más postrera en la historia de la humanidad, resultado de una fermentación alcohólica, como el vino.
La cerveza formaba parte de la base alimentaria cotidiana en la antigua Mesopotamia, región histórica del Oriente Medio, hace ya, más de 6.000 años. El vino aparece en el mismo período y está presente a través de las diversas civilizaciones: mesopotámica, egipcia, griega, romana, etrusca… La cerveza estaba reservada para un uso más prestigioso que el vino y era considerada como un signo externo de riqueza.
Los cinco sentidos entran en juego a la hora de saborear y catar una cerveza al igual que tiene lugar con el vino. Degustar una cerveza incluye reparar en su apariencia, en sus aromas, en su sabor y en todas aquellas sensaciones que procura.
El tacto, tocar la botella de cerveza y del vino permite conocer la temperatura del alcohol que vamos a saborear.
Una vez vertida hay que observar el vaso o la jarra al igual que cuando observamos el “traje” del vino, su apariencia, color y tonalidad y escuchar la crepitación de la espuma.
Seguidamente, hay que apreciar los aromas, voltear para airearla, y cuando el vaso o la jarra se halle a la mitad de su capacidad y menos fría, volver a olerla para percibir nuevos aromas.
Finalmente, saborearla, burbujas finas o gruesas, refrescante o menos fría, melosa… como el vino, y percibir las sensaciones que produce en boca en función del estilo de cerveza que estemos degustando.
Aromas similares
Incondicional de la cerveza no quiere decir no aficionado al vino, más al contrario, es más difícil imaginarlo al revés, en el caso del amante del vino. Pero hay que tener conciencia de que existen aromas similares entre cervezas y vinos.
Por ejemplo, si gusta la acidez pronunciada de ciertos vinos blancos, hay que dejarse tentar por las cervezas rubias. No obstante no hay que confundir la acidez con el amargor.
Tal y como ocurre con los vinos tintos con cuerpo como los vinos de Jumilla y de la vega del Guadiana o del sudoeste francés, las cervezas ricas en maltas tostadas robustas y aromas a especias y a frutos rojos.
Si el gusto se inclina hacia el frescor especiado de un vino rosado, la elección cervecera será una India Pale Ale, con sabores especiados y afrutados.
Por citar algunos ejemplos con el objeto de testar: si uno es muy aficionado al tempranillo, a los vinos tintos de La Rioja, de la Ribera del Duero, del Priorat o a los tintos de la Borgoña o a los Alentejanos, de Setúbal o a algún Chianti, a buen seguro sabrá apreciar una Ámbar, una Pale Ale o una American Pale Ale, cervezas con aromas florales y estructura ligera.
La cabernet sauvignon posee aromas parecidos a una Stout, y ambos acompañarán perfectamente a las carnes rojas y a los platos con salsas.