Rupert Jaksh, residente de la residencia para pensionistas de Atzgersdorf, en Austria. se sirve una jarra de cerveza Opa en Viena el pasado 22 de julio de 2022
El ritual se desarrolla todos los jueves por la mañana, actividad que por nada del mundo olvidarán. Se reúnen, charlan sobre la fabricación de la cerveza (y sobre algunas cosillas más), se cuentan chistes, mientras transcurre el día de forma hermosa y apacible, cuenta Rupert Jaksh con sus 87 años.
La aventura comenzó hace dos años en una residencia luminosa y floral, situada en la periferia de Viena, como mera distracción para sus 300 residentes. “Es un ejemplo de actividad que permite activar las capacidades motrices y activar el cerebro de los mismos”, reseña Christoph Gruber, que dirige el proyecto en el seno de la estructura residencial Kuratorium Wiener Pensionisten-Wohnhaeuser (KWP).
Una cerveza para mami y otra para papá
Es él quien con otros miembros del personal procede a llevar a cabo las diversas etapas de elaboración, otros pegan las etiquetas y, así, cada semana, salen 50 litros de cerveza que llenarán 150 botellas que se venden a 2 € la unidad en las 30 cantinas del grupo en Viena.
Por ahora no ha habido rotura de stock.
Me gusta su sabor ligeramente dulce, explica en la revista ATZ Rupert Jaksch, con sus cabellos canosos y barriga redonda, mientras saborea un refrescante trago (grolo como decimos aquí en Galicia). Ingeborg Zeller, con sus 88 años, no bebe pero acude a la xuntanza para “estar ocupada”.
La fiebre de la cerveza artesanal te puede llegar a cualquier edad. Es bueno tener compañeros con los que compartir tan estimulante afición.
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