El primer día del año, en el Hospital Santa María de Lisboa, Carlos do Carmo se ha despedido, una de las figuras más importantes de la música popular de nuestro tiempo y una de las voces de la segunda mitad del siglo XX y de lo que llevamos de este XXI. Representante de lo mejor del fado contemporáneo supo también adaptar lo clásico con un cierto tono cosmopolita, una manera de hacer, “estilando” como se dice en el universo del Fado, que lo acercaba a los grandes crooners como Tony Bennett o Frank Sinatra, pero sin perder nunca su esencia profunda. Una esencia que le llegaba de su madre, la gran Lucília do Carmo, magnífica fadista —nadie sino quien lo es sabe lo que significa definirse a sí mismo como tal— y de su local, O Faia, en el Barrio Alto lisboeta, en cuyas noches han cantado desde el gran Alfredo Marceneiro —pura tradición cifrada en un nombre—, hasta Camané pasando por Tristão da Silva, Fernando Maurício, Ada de Castro, Beatriz da Conceição o Vasco Rafael. Y, siempre, como le aconsejaba su madre, “canta y canta hasta que aprendas”.
Toda la sabiduría de origen y la adquirida por Carlos do Carmo fue destilada en actuaciones —muchas en España— y en discos que serán un legado imprescindible y emocionante, tan emocionante como fue recibir la noticia de su muerte para quienes hemos llevado siempre su música con nosotros. Una música que hecha al molde del fado se encontraba con letras procedentes de poetas, digamos, cultos como Alexandre O’Neill o de otros que hicieron de las letras de canciones el mejor vehículo para su talento, y hasta su militancia, como Jose Carlos Ary dos Santos, con el que compartiría ese disco casi fundacional que sería Un homem na cidade. Y una música, y una figura, que engrandecen la cultura portuguesa, la harían más conocida fuera de sus a veces demasiado modestas, por más que también admirablemente tranquilas, aspiraciones.
El día 4, el Gobierno Portugués, decretó día de luto nacional. Con anterioridad le fue otorgado el Premio Nacional a la Libertad.
Estudiaba hostelería en Suiza (Ginebra), cuando muere su padre y tiene que retornar a Lisboa para hacerse cargo de la casa familiar de fados “O Faio”, y, cuando empiezan a cantar los Beatles, en el mismo año, también lo hace él.
Gracias, muchas gracias por su arte universal, su “golpe al corazón” y por esos maravillosos festivales de verano en Caminha…
Aquí tenemos a Carlos do Carmo cantando a Ary: Fado do Campo Grande, com António Chainho y Raul Nery:
MUSICANDO
Esa voz que, “plena de sensible humanidad canta la palabra y nos dice la música”. José Saramago.