Estilo de Vida Vino

BÉBETE UN CLARETE ESTE VERANO

Diferencias entre clarete y rosado 

En muchas zonas de España, cuando la gente quiere un rosado pide un clarete, dando por hecho que hablamos de la misma cosa, y sin embargo existe una gran diferencia entre el vino rosado y el clarete,  basada en 2 aspectos: se elaboran de forma diferente y las uvas utilizadas son distintas.

El clarete es un vino elaborado de forma semejante al vino tinto, realizando la fermentación con los hollejos, pero con una buena proporción de uvas blancas, de forma que se obtiene un vino con poco color. Es una bebida típica de Navarra, Aragón, La Rioja, País Vasco y de algunas zonas de Soria, Burgos, Valladolid y León.

Durante unos años, en especial en La Rioja (España), se denominó como claretes a los vinos tintos de crianza o reserva, que por el envejecimiento perdían parte de su color, llegando a etiquetar con esta denominación. Hoy en día esto ya no ocurre.

En algunos lugares se denomina así a los vinos rosados, aunque estos se elaboran de forma diferente.

En España, la Denominación de Origen Cigales ha sido históricamente una de las regiones con una producción de claretes de mayor calidad, no obstante su producción se ha visto desplazada en los últimos años por la de vinos rosados y tintos.

Otro de nuestros tesoros recónditos, un vino hispano por excelencia, fruto de la imaginación, necesidad y de nuestra cultura ancestral. Difícil de elaborar pero de fácil degustación, de complicada clasificación, que vale más de lo que cuesta y cuyo esfuerzo de elaboración merece , para la bodega, escasamente la pena. Era el vino habitual en los hogares y tabernas, que se hacía y bebía en el año.

Un vino elaborado con uvas tintas y blancas en una proporción al estilo “cada maestrillo tiene su librillo” (un 25% como mínimo de tintas). El rosado en cambio sólo se elabora con uvas tintas que se vinifican en tinto, dejando que las uvas fermenten junto a los hollejos durante apenas unas horas. En cambio los claretes actuales fermentan esencialmente como tintos, por exigencia Comunitaria Europea, dada su denostada fama por mezclar uvas tintas y blancas.

Vino ubicuo, al que se le añadía agua para que lo bebieran los niños, que formaba parte del morral del pastor, la bota del campesino y la jarra del menestral*, se guardaba en pellejos* domésticos y se transportaba en carros de cubas hasta el bar o la casa de comidas, a menudo con el grifo ya incrustado en él o en el tonel. Era el popular chato*, y etiqueta habitual de los grandes referentes del vino en España tales como CVNE, Vega Sicilia y Protos. Solían llamar claretes a sus vinos con mucha crianza, porque perdían color y se parecían a los vinos del año con un tono menos vivo. Mucho se bebía el clarete antaño, en Aragón, León y Andalucía (en Tarifa las fiestas de la vendimia eran regadas con cantos, verbenas y clarete. Al clarete le ha sucedido aquello que reza así: “Yo soy como Portugal, siempre me descubren tarde y mal”, al igual que a la mistela y al vino rancio (ese pasado tirano del que siempre España está escapando).

Perfecto para la juventud, para alegrar cualquier plato, para acertar cuando la mesa la componen dispares en gustos, qué si blanco, qué sí tinto… la solución, clarete un pelín frío siempre celebra el estío.

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Chato de vino

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La cuestión gala del clarete

En España empezamos a elaborar tintos cuando los franceses tuvieron que descender hasta La Rioja a finales del siglo XIX por mor de la filoxera, transformando nuestra forma de elaborar hacia la forma bordelesa. Una vez España se incorporó al Mercado Común Europeo, Francia presionó, denostando a nuestros claretes, siendo denigrados en los años 90 para diferenciarlos de los rosados en especial de los de la A.O.C Claret de Bordeaux, mezclando directamente vino tinto y blanco en lugar de uvas, acción sometida a sanción, por ser pura herejía sacrílega. La marginadora regulación europea provocó confusión entre los claretes y los rosados, maltratando a nuestro mercado nacional. A todo ello se unió el auge del tempranillo a finales del siglo XX, con tintos producto de crianzas rotundas, a imitación gala, motivo del exilio del clarete por el repudio de la modernidad. Cabe recordar que más del 90% del vino que se consume hoy en día mundo adelante, es tinto. Dice mi buen amigo Jean de Pau “que parece mentira lo que la picha estira”, es increíble como el hipercapitalismo uniformiza gastos y gustos.

Llega el Cigales

Gracias al orgullo de una tierra entre Valladolid y Palencia, la D.O. Cigales, nació en 1991, justo en la etapa de conflictividad normativa, en que tras la inicial sanción comunitaria, la Unión Europea, acabó equiparando el clarete al rosado en 2011, con el objeto de dar solución al entuerto de los noventa. Y estábamos pocos y, parió la abuela, la competencia entre Cigales y Navarra para colocar sus vinos (sobre todo en la España norteña), se agudizó el conflicto, dado que Navarra elabora mayoritariamente rosados (también blancos y tintos).

En la distribución siguen confundiéndose, dado que en la copa no es fácil distinguirlos, pese a que el clarete resulta más versátil, permite una mayor experimentación y sorpresa al mezclar más variedades, pero a su vez también es más proclive al error.

Como bien sabes, querido lector, Cigales es tránsito del Camino de Santiago, que ha ido recibiendo durante centurias, palos de multitud de uvas de numerosos países, traídas acá por los extranjeros junto a su fe y a sus sandalias, hasta componer una campiña en la que las mezclas trufaba casi todos los majuelos. La diversidad vinícola de España, sí, la que alimenta el Pisuerga, fue estudiada devotamente por José Félix Lezcano León, ingeniero y bodeguero, experto ampelógrafo (especialista en identificar variedades uvales sobre todo a través de la morfología de las hojas de la vid) e insigne esforzado de la Denominación Cigales, acotando 28 variedades, entre ellas, la chardonnay francesa y la Chasselas del valle suizo del Po, así como cinco tipos de garnacha. De todo ello surgió el reglamento de la Denominación de Origen con seis bodegas iniciales, que hoy son cuarenta. Su hijo Félix Lezcano Lacalle, responsable actual del negocio familiar, tras finalizar sus estudios de enología y de regreso a la casa, se empecinó en elaborar vinos con tempranillo, cabernet y merlot allá por 1990, reorientando la producción y elaboración en 1996, de un clarete antológico, el Docetañidos un contemporáneo multi premiado, laureado y consumido con fidelidad ferviente. Comenta que: “Prescindimos de la botella bordelesa y elegimos la Rhin, ya que se trataba de un vino que no se quería dar importancia y porque además la hostelería lo agradece dado que se almacena mejor. Y vestida con una etiqueta elegante, negra, con letras amarillas en una tipografía muy castellana que se exportó a nueve países, entre ellos Puerto Rico y Nueva Zelanda”.

El fin de una etapa y el principio de otra

En 2018, Bodegas Lezcano Lacalle decidió elaborar la última añada (lo estaban vendiendo más barato que hace 10 años antes) y ante la evidencia de que en este mercado para ser considerado como gran vino se debe elaborar un tinto, por lo que ante la mayoría de edad de las viñas, había que dar el salto al tinto señorial al que sólo los grandes concurren rigurosamente. Un epitafio orgulloso para el clarete.

Así se chateaba en España en 1955. Unos adelantados cibernéticos.

La moraleja del clarete

Por lo general, las fábulas tienen una intención moralizante, por lo cual contienen una lección o enseñanza al final de la historia, que conocemos con el nombre de moraleja. Un ejemplo de fábula es la de «El zorro y el cuervo», cuya moraleja es: «Quien oye aduladores nunca espere otro premio».

Referencia: www.significados.com/moraleja/

Somos los clientes quienes con el consumo correcto, decidiendo y yendo más allá del precio, quienes determinamos el avance de la economía, valorando la artesanía y la manufactura, reconociendo la historia, la existencia de modas y entregando el dinero en la tienda o a la plataforma, con curiosidad, conscientes y desprejuiciados en el consumo y, así cambiar el mundo de forma rica y divertida.

¿Por qué?

¿Por qué sólo los vinos tintos pueden ser grandes si la mitad de los que nos sirven nos deja indiferentes y además nos parecen caros? ¿Por qué hay que elegir entre blanco, rosado o tinto? ¿Por qué no podemos comer con un Jerez o cenar con un cava? La paleta de colores es sumamente amplia y no digamos el universo de sabores, con nuestro niño interior y ese adulto que le acompaña, simplemente degustador, sin pátina de experto, más ciudadano del mundo que consumidor. El humilde clarete, delicioso y riguroso, prototipo de la elegancia de la sencillez, bienvenido sea, como torre que destaca por su serenidad y elegancia frente al circo mediático al que determinado sector del vino nos tiene acostumbrados…

Bodegas Lezcano Lacalle

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