Los iberos o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a la gente del levante y sur de la península ibérica para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. De estos pueblos destacaron Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón o Rufo Festo Avieno, citandolos con estos nombres al menos desde el siglo VI a.C.: Elisices, sordones, ceretanos, andosinos, lacetanos, layetanos, indigetes, ilergetas, cossetanos, ilercavones, sedetanos, bastetanos, suessetanos, iacetanos, edetanos, turdetanos airenosinos, castelanos, bergistanos…
Has dejado tu legado cinematográfico, buena parte de tu identidad y modo de vida, haciendo honor a tu iberismo, sin constituir una unidad política ni cultural coherente, por que “dios es uno y trino”.
Mesetario e interior, muy autóctono, eminentemente peninsular, que le dió un abrazo celtíbero a Galicia montando su Adega de Sanclodio, para hacer vino, allá/aquí, en pleno Ribeiro, con la lengua de las mariposas.
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El San Clodio, blanco, une como el iberismo y el celtiberismo, las uvas del torrontés, loureiro, treixadura, godello, albariño y loureira branca, para deleite de todos.
Te conocí degustando un atascaburras (ajoarriero manchego) regado con unos sabrosos Estolas crianza, en un lugar de cuyo nombre todavía logro acordarme.
Pues bien, este íbero de pro que tanto amamos, y que tanto amó, ha ascendido al cielo para mejor descanso y meditación con su psicopompo (vehículo para conducir su alma al mundo sideral, de ultratumba).
Permítenos desde aquí, que defendamos con carácter apotropaico (defensa del monumento funerario frente al expolio protegiendo la memoria del difunto), cultivar y amar tu figura.