Los vinos espumosos muestran un interés cada vez mayor por los problemas ambientales.
En el mundo del champagne, de los cavas y de los espumosos en general comunican su compromiso medioambiental, desde el inicio hasta el final de la cadena productiva: la cuestión agroforestal, la conversión a lo ecológico, la biodinámica, la reducción de los insumos y componentes químicos… El tacita a tacita de los pequeños gastos que esperan el retorno de la inversión que suponen, en que los viñedos dedicados a elaborar espumosos se siguen considerando los últimos de la fila, con tan apenas un 3 % del área cultivada orgánicamente, quizá sea debido, sobre todo en Francia, porque ha seguido un modelo basado en la opulencia más que en la economía per se. Durante largo tiempo, las bodegas han competido en ingenio para ofrecer botellas y envases cada vez más elegantes, guardadas en cajas más que lujosas, sin mostrar el mínimo rubor por el impacto medioambiental. Recuerdo desde etapa remota las cajas de plástico amén de envases fluorescentes que al parecer eran garantía de comercialización y venta.
Pero este aquí que los tiempos han mudado costumbres profundamente arraigadas, con el planteamiento de la paradoja de ¿cómo respetar los cánones de lujo en tanto se reduce de forma significativa la huella de carbono?
A este respecto parece ser que algunos han hallado la solución: hacer de la sostenibilidad un arma de comunicación y de persuasión.
¿Cuál es el mix de las maisons y de las cavas combinando la sensualidad, el sexappeal y la eco responsabilidad?
Uno de los mayores y más sonados éxitos, fue el icónico estuche de segunda piel de Ruinart, que en 2020, decidió sustituir su magnífica caja de madera por un envase/envoltorio 100 % reciclable, nueve veces más ligero.
Un toque de sensualidad en forma de papel granulado, con una textura sumamente delicada cuyas prominencias provocaban cosquillas en los pulpejos de los dedos, una segunda piel, que no deja pasar la luz y resistente durante unas cuantas horas a la prueba tajante de la cubitera.
En el año 2022, el cuvée Dom Ruinart blanc de blancs 2010 se ha revelado como clave para la casa en un período breve de tres añadas. Su caja de color tiza halló inspiración precisamente en los pozos de tiza, en sus relieves abruptos, elaborados con fibras de madera de los bosques europeos bajo eco gestión.
Este material también ha sido elegido por Billecart-Salmon a la hora de vestir su cuvée Brut sous Bois, una edición limitada de cajas en las que se cobijan botellas cuya etiqueta de papel se ha sustituido por una ligera y sutil hoja de madera de cerezo.
El juego del minimalismo y de la elegancia
En Palmer, la opción elegida osciló entre mantener la caja, el tono dorado y las inscripciones o mantener la forma, pero modificando el fondo: con papel reciclable compuesto en su totalidad de fibras vírgenes de los bosques escandinavos, tintas vegetales, barnices a base de agua y una lámina caliente siempre presente, reducida a su forma más sencilla, una película seis mil veces más delgada que el grosor de un cabello, una capa de entre 2 y 4 micras de laca, sobre otra capa de 0,02 micras de aluminio, todo delicadeza que juega con los relieves sin alejarse de un cierto clasicismo.
Otras casas se la jugaron al minimalismo radical, dejando solo la botella como única decoración, ejemplo de ello son los champanes Telmont, que ven en los anteriores envases como un auténtico dislate ambiental.
La eliminación de las cajas de regalo se ha convertido en uno de los pilares del proyecto denominado: En nombre de la Tierra.
Y, es que, la auténtica elegancia, reside en la sencillez*.
*La sencillez es una virtud maravillosa y no tan común como debiera ser. Es uno de esos atributos que adorna a cualquier otro. Siempre está asociada con la humildad y denota nobleza y madurez. Por eso, aunque resulte paradójico, solo las personas extraordinarias cuentan genuinamente con esta cualidad.
Algunos definen la sencillez como “la celebración de lo pequeño ”. En otras palabras, quien es sencillo se muestra capaz de disfrutar de las pequeñas cosas. También las agradece. No tiene ni sus expectativas ni sus ambiciones puestas en algo demasiado elevado, una montaña demasiado alta que tape la felicidad. Por eso, el primer favorecido con la sencillez es quien la detenta.
Para ondear la bandera de la sencillez, hay que ser adaptable y saber aceptarse y aceptar . Estas características llevan a que todo fluya, sin intentar forzarlo o cambiar su curso. Todo esto favorece la espontaneidad, otra virtud que solamente tiene lugar en las personas equilibradas y saludables.
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